martes, 12 de julio de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
En este blog estaremos interactuando mis lectores, mis seguidores y yo. Estoy abierto a recibir toda clase de comentarios y sugerencias. Les pido que si es de su agrado lo recomienden, solamente así integraremos una importante comunidad.
Hola, gracias por entrar a mi blog. Cada semana podrás leer una pequeña novela o reseña que espero sea de tu completo agrado. De ser así, requiero de tu comentario y recomendación con tus amigos para seguir adelante.
Hi, thanks for coming into my blog. Every week you can read a small novel or a review that I hope is of your liking. If so, I need your comment to go forward.
Nació en León, Guanajuato, México. Se graduó de Arquitecto en 1980 por la Universidad de Guanjuato.
Hasta la fecha, ejerce su profesión, diseñando, proyectando y construyendo todo tipo de edificaciones.
A partir de 1986 incursiona en los medios de comunicación conduciendo programas de radio y televisión.
Hoy día es Editor en Jefe de la REVISTA ARQUITECTURA.
Desde hace 3 años escribe su primera novela de CIENCIA FICCIÓN.
Todo comenzó en el verano de 1964. Yo estaba recostado en el césped del jardín posterior de mi casa. Absorto observaba las nubes y las caprichosas formas que adquirían. Para mi resultaba algo completamente nuevo, contaba apenas con seis años de edad. Recuerdo que encima de mi cabeza, precisamente en el zenit, había una descomunal, que abarcaba una parte importante de la bóveda, que primero, ofrecía una nítida imagen de una ballena que parecía estar volando en el firmamento. Su lúdico revoloteo me envolvió por varios minutos hasta que se transformó en la cabeza de un león, con sus fauces amedrentaba a cualquiera, hasta me pareció que su rugido retumbó en mis oídos. Pero lo más impresionante no fue eso, sino que luego de casi una hora, tres pequeñas esferitas blancas, parecían juguetear y esconderse de una nube a otra. Sus evoluciones nunca más las he visto. Hoy sé que lo que vi fueron OVNIS.
Poco más adelante, aún sin entrar a la adolescencia, recuerdo bien —como si hubiera ocurrido ayer—, que me topé con un oscuro y enigmático personaje que me marcó para siempre.
Anochecía y la luz de la luna iluminaba la vereda por la que deambulaba de regreso a casa, tras despedirme de algunos de mis amigos con los que compartía los días de asueto. Era en los tiempos en que los chavales jugaban en las calles sin correr peligro alguno. Faltando solo dos cuadras para llegar, sentí la presencia de alguien, intuí que me seguían, y al comprobar que una sombra se acercó a la mía, en mi mente urdí toda una historia de terror que no pude concluir puesto que de de inmediato el extraño me interceptó para solicitarme cierta información.
—Perdona, jovencito —me abordó con voz rasposa—, ¿sabes en dónde queda la calle Leibniz? Me informaron que queda cerca de aquí. Estoy buscando unos amigos que hace algún tiempo no veo.
—No, no recuerdo ese nombre en este barrio, ni alguno similar —respondí apresurando el paso, muerto de temor y aún influenciado por el cuento que segundos antes se había posicionado en mi mente.
El tipo, de sombrío aspecto, me causaba una especie de repulsión, pero a la vez tenía un aura que le hacía atrayente.
Vestía un raído abrigo negro —en pleno verano—; un descuidado y holgado pantalón azul oscuro, tan opaco como él; su camisa gris apenas se asomaba por la abertura del abrigo a medio desabotonar; en contraste, sus zapatos —también negros— relucían como un espejo. Además portaba un sombrero de ala ancha que acrecentaba su misteriosa figura. Su cara apenas y la pude ver, pues unos enormes lentes oscuros me lo impedían. La piel de su rostro era llamativamente blanca, como la leche y los lóbulos de sus orejas estaban adheridos y por un momento esta característica inevitablemente hizo que recordara a los peces.
—Muchas gracias —replicó el hombre—, no fue mi intención molestarte, pero, te aseguro, que algún día nos volveremos a ver.
No me tendió la mano ni intentó tocarme, pero recuerdo perfectamente que antes de pronunciar su despedida, a través de sus gafas oscuras me percaté de que una pequeña luz emanó de lo que yo creía eran sus ojos. Fue una brillantez fugaz, tan efímera como impresionante.
Enseguida, el hombre se dio media vuelta e inició su andar hacia el lado contrario al mío. Di tres pasos y voltee para asegurarme que no me seguía. Sorprendentemente, el excepcional personaje ya no estaba, había desaparecido. Eché una carrera y en un tris, llegué a mi casa.
Apenas había transcurrido una semana de la experiencia con aquel misterioso personaje, cuando salí a la tienda del barrio a comprar algunas frituras —esas que les llaman comida chatarra pero que todos consumen—, hice el recorrido de siempre —a manera de atajo y que todos los chiquillos lo hacíamos—, que consistía en dirigirme al fin de la calle y cruzar un enorme y descuidado parque, en donde nos reuníamos a jugar futbol o beisbol en los fines de semana o en las vacaciones de verano; cruzar una calle, en ese entonces poco transitada y caminar quince pasos.
Ni siquiera pude llegar al parque. Pensativo y con la mirada puesta en el piso —como lo hacíamos todos los jovencitos de mi edad—, golpeando alguna que otra piedrita, imaginando que jugaba futbol y que yo era el delantero goleador. En mi mente dibujé toda una escena de campeonato mundial: era una final soñada, frente a Brasil, faltaban cinco segundos para que el partido terminara y el marcador indicaba empate a un gol. El árbitro concedió tiro de esquina a nuestro favor y yo tomé carrera para hacer el remate final. Justamente, cuando en mi fantasía, mi compañero se disponía a mandar el centro, yo estaba a escasos veinte metros de la entrada a la rala arboleda, levanté la cabeza y mi sueño se desdibujó por completo y por mis venas corrió un torrente de sangre fría hasta petrificarme.
Lo que vi no he logrado explicarlo hasta el momento: en medio del parque observé cómo un hombre, con aspecto de astronauta, ataviado de un traje blanco y vivos en negro, portando una especie de mochila o turbina —aún no lo he descifrado— a la espalda, y un casco de cristal polarizado le cubría la cabeza; con sus brazos en ángulo recto, en una posición que daba la idea que manipulaba algunos controles, y que se apoyaban en un descansa brazos, como en los sillones; se desplazaba lúdica y libremente como las aves a varios metros del suelo. No estoy seguro, pero me pareció que reposaba en algún tipo de asiento. No emitía sonido alguno ni se percató de mi presencia, o no le importó que yo estuviera ahí.
Transcurrieron alrededor de cinco segundos, los suficientes para llenarme de terror y declinar en mi intento por darle gusto a mi antojo de golosinas. Eché un alarido. Nadie me escuchó —creo—, pues la calle estaba sola. Caminé de espaldas unos cuantos pasos, viré y corrí de regreso a casa.
Me refugié en mi cuarto y me distraje escuchando música.
It all began in the summer of 1964. I was lying on the lawn back of my house. Absorbed watched the clouds and fanciful shapes that acquired. For me it was something completely new, was barely six years old. I remember over my head, exactly at the zenith, there was a huge, covering a large part of the vault, which first offered a clear picture of a whale seemed to be flying in the sky. His playful fluttering enveloped me for several minutes until he became the head of a lion with its jaws to scare anyone, even I found his roar echoing in my ears. But most impressive was not that, but after nearly an hour, three small white small spheres, like toys and hide from one cloud to another. Its never changes I have seen. Today I know what I saw were UFOs.
Shortly later, even without going through adolescence, I remember well, like it happened yesterday, I came across a dark and enigmatic character that marked me forever.
Dusk and moonlight illuminated the path for the wandering back home after saying goodbye to some of my friends to share the holidays. It was in the days when kids played in the streets without running any danger. With just two blocks to get there, I felt someone's presence, I knew I was being followed and to see a shadow came over to mine, in my mind I wove a history of terror that I could not finish because of the strange immediately intercepted me to request certain information.
“Sorry, young man” —he approached me with a raspy voice—. “Do you know where Leibniz street is? They told me that is near from here. I´m looking for some friends I haven´t seen for some time”.
“No, I do not remember that name in this neighborhood, or something similar” I said rushing over, dead of fear and still influenced by the story that seconds before had been positioned in my mind.
The man of gloomy appearance, caused me a kind of revulsión, but also he had an aura that made him charming.
He wore a threadbare black coat —in the summer—; a sloopy and baggy dark blue pants, so opaques as he; jis gray shirt barely peeked through the opening half unbuttonrd coat; in contrast, his shoes also black, shining like a mirror. In adition, he wore a wide brimmed hat that addes to his mysterious figure. His face I could barely see, because of some huge sunglasses prevente me. The skin of his face was stringly White as milk and his earlobes were attached and for a momento this features inevitably made to remind the fishes.
“Thank you” —replied the man—, “I did not mean to bother you, but I assure you, someday we'll see”.
He did not put out his hand or tried to touch me, but I remember well that before delivering his farewell, through his dark glasses, I noticed a small light that emanated from what I thought were his eyes. It was a fleeting brilliance, as ephemeral as impressive.
Then, the man turned and began walking toward the opposite side to mine. I walked three steps and I turned my head to be sure that he did not follow me. Surprisingly, the exceptional man was gone, he had disappeared. So I threw a career and an in an ace I got home.
Poco dopo, anche senza passare attraverso l'adolescenza, mi ricordo bene, come è successo ieri, mi sono imbattuto in un personaggio oscuro ed enigmatico che mi ha segnato per sempre.
Tramonto e al chiaro di luna illuminato il percorso per il ritorno a casa vagando dopo aver detto addio ad alcuni dei miei amici per condividere le vacanze. E 'stato nei giorni in cui bambini giocato per le strade senza correre alcun pericolo. Con soli due isolati per arrivare, ho sentito la presenza di qualcuno, sapevo di essere seguito e di vedere un'ombra si avvicinò alla mia, nella mia mente Udry una storia di terrore che non ho potuto finire a causa della strana immediatamente intercettate me per chiedere alcune informazioni.
'Mi dispiace, giovanotto, mi si avvicinò con la voce roca,' si sa dove la strada è Leibniz? Mi hanno detto che è qui vicino. Sto cercando alcuni amici per qualche tempo non ci vediamo.
No, non mi ricordo il nome in questo quartiere, o qualcosa di simile, ha detto che correre oltre, morto di paura e ancora influenzata dalla storia che secondi prima era stato posizionato nella mia mente.
Il tipo di aspetto cupo, mi ha fatto una sorta di repulsione, ma ha avuto anche un'aura che lo ha reso attraente.
Indossava un cappotto in estate logoro nera, una blu scuro sciatta e larghi, in modo opaco come lui, la camicia grigia appena sbirciato attraverso la giacca sbottonata mezzo di apertura, al contrario, le scarpe brillavano come il nero, anche uno specchio. Oltre a portare un cappello a tesa larga che ha aggiunto alla sua figura misteriosa. Il suo viso riuscivo a malapena a vedere, come enormi occhiali da sole mi ha impedito. La pelle del suo viso era sorprendentemente bianca come il latte ed i suoi lobi delle orecchie erano attaccate e per un momento questa caratteristica inevitabilmente fatto per ricordare il pesce.
'Grazie' rispose l'uomo, non volevo disturbarla, ma vi assicuro che, un giorno vedremo.
Mi allungò la mano e ha cercato di toccarmi, ma ricordo bene che prima di consegnare il suo addio attraverso i suoi occhiali scuri, ho notato una piccola luce che emanava da quelle che pensavo fossero i suoi occhi. E 'stata una brillantezza fugace, effimero come impressionante.
Poi, l'uomo si voltò e cominciò a camminare verso il lato opposto al mio. Dire tre passi e girare per fare in modo che ho seguito. Sorprendentemente, il carattere eccezionale non c'era più, sparito. Ho preso una corsa e in un batter d'occhio, sono arrivato a casa.